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D. Santiago Gómez Sierra, obispo de Huelva: “Este año ha sido un tiempo para habitar esta Iglesia, sintiéndome en casa y en familia”

Publicado:
21 julio, 2021

El próximo 25 de julio se cumplirá un año de la toma de posesión de D. Santiago Gómez Sierra como sexto Obispo de la diócesis onubense. El Obispo de Huelva ha concedido a COPE Huelva esta entrevista, que fue emitida el pasado viernes, 16 de julio, en el programa El Espejo de la Iglesia local.

¿Qué valoración hace de estos primeros doce meses al frente de la Iglesia de Huelva?

Para mí ha sido un tiempo para habitar esta Iglesia. Igual que en una casa, cuando está habitada, nos va resultando familiar, algo así me ha pasado y así ha sido la experiencia de estos meses, sintiéndome en mi casa, en familia, conociendo personas, espacios, templos, parroquias y paisajes. Ya me resulta familiar ir por la Sierra o por el Andévalo, el Condado o la Costa y un poco por la Ciudad… Este tiempo ha servido también para tener relación con instituciones y conocer historia, no solo de la Iglesia, sino de lo que las personas te cuentan. En definitiva, ha consistido en habitar esta Iglesia.

También en el terreno personal ha sido un año intenso. Un tiempo en el que ha contactado con realidades y personas en medio de un ambiente marcado aún por la pandemia… Y cómo no recordar el fallecimiento de su padre el pasado mes de diciembre.

Pues sí, ha sido un año intenso en este sentido. La pandemia ha marcado el curso pastoral. No nos ha dejado tan paralizados como fue el momento del primer confinamiento, pero de todas maneras el ritmo normal de convocatoria en la diócesis no lo hemos podido tener. Se ha hecho lo que se ha podido. En la catequesis, por ejemplo, unas veces presencial, otras online… En el próximo curso tenemos el reto de volver a vincularnos y convocarnos. Si no podemos hacer reuniones en un ámbito diocesano, tendrá que ser por arciprestazgos o por vicarías o por lo que sea, pero el reto de volver a encontrarnos es urgente que lo afrontemos. Y luego, a nivel personal y familiar, el fallecimiento de mi padre es también una experiencia de dolor y de esperanza. Y también un aviso: antes decía que estaba entrando en la diócesis y habitándola, pero también tenemos que pensar que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que somos peregrinos y cuando vivimos la muerte de seres queridos eso es una advertencia que recibimos del Señor.

Durante este tiempo usted ha podido observar la idiosincrasia de esta diócesis y ha adaptado a la misma su visión de gobierno con el nombramiento de vicarios territoriales. También la renovación del equipo del Seminario y hace poco conocíamos los nombramientos de párrocos y delegados diocesanos. ¿Cómo queda el dibujo de la diócesis en este sentido y cuáles han sido sus principales intenciones e intuiciones a la hora de tomar decisiones al respecto?

La intención fundamental se ha basado en cómo puedo servir mejor a la diócesis, cómo puedo ayudar y animar en lo que me corresponde como obispo, que es la evangelización y pastoral de la diócesis. He optado por el criterio de la territorialidad, que es muy importante para la Iglesia, porque la Iglesia y la parroquia son un territorio, es decir, esto hace que nadie se sienta en un limbo, sino que todos por vivir en un lugar tenemos referencias concretas. Yo con las vicarías territoriales he querido hacer eso: tener una proximidad en el seguimiento de la vida de la diócesis, particularmente, de las parroquias. También todo eso se hace con el cambio de las personas. Los vicarios –excepto el vicario general, que antes era vicario episcopal- son nuevos y más jóvenes. A mí me llama la atención y a veces me sorprende, pero resulta que el de mayor edad del Consejo Episcopal soy yo, pero también es un reto importante. Los jóvenes tienen que aprender de los mayores y los mayores de los jóvenes.

Ha presidido varias ordenaciones. ¿Cómo definiría el estado de salud de nuestro Seminario Diocesano?

El Seminario es muy importante para la diócesis. Ahí se está jugando el futuro de los pastores que van a servir al Pueblo de Dios en los próximos años y, por tanto, es algo que a mí, como a cualquier obispo, le preocupa de una manera particular. En el Seminario que tenemos he visto un clima de familia y eso es fundamental, porque es la comunidad la que educa. Pasa igual que en una familia, en un momento determinado el padre o la madre pueden dar una indicación a un niño, pero es el clima general de la familia el que está educando a ese niño cuando se le pretende educar y cuando parece que no estamos en un acto educativo está aprendiendo y el Seminario es algo así. La comunidad realmente es la que educa, presidida por sus formadores, pero también entre los compañeros unos con otros si hay relaciones familiares, y eso es importante también para una persona como el futuro sacerdote, porque él va a tener que hacer comunidad y que propiciar un ámbito comunitario en su parroquia o donde se le envíe. La sucesión ha sido muy natural, casi una década del equipo anterior, pues ahora se ha tratado de rejuvenecerlo y encargarle la Pastoral Vocacional, que también antes se llevaba y ahora he nombrado un delegado porque es importante promocionar las vocaciones en la diócesis.

Durante este año hemos vivido acontecimientos como una Semana Santa y un Pentecostés de nuevo distintos. También su preocupación por la liturgia ha marcado algunos hitos de este primer año como obispo de Huelva. ¿Qué destacaría?

Efectivamente, para mí es una prioridad y una preocupación la liturgia y su cuidado. Si pensamos en los tres pilares que sostienen la vida de la Iglesia son el anuncio del Evangelio -la catequesis-; la celebración de esa fe que anunciamos en los sacramentos, en la liturgia; y el testimonio del amor que tenemos que dar en la caridad. Si vemos cómo se estructuran cada uno de estos campos, el más desprotegido a veces es el de la liturgia y eso no ha ocurrido siempre. Antes, en cualquier iglesia había un organista, un sacristán y personas que estaban dedicadas al cuidado también de la liturgia. El Papa ha abierto el campo a los ministerios laicales más ampliamente –lector, acólito, etc.- y tenemos ahí para trabajar y cuidar la liturgia, que por sí misma evangeliza. Yo he nombrado un nuevo delegado que, aunque todavía está estudiando en Madrid, haciendo precisamente esta especialidad, tengo mucha ilusión en que pueda volver pronto y ahora ya lo hará pero con una mayor dedicación cuando esté entre nosotros la liturgia la tenemos que impulsar.

Otra de las realidades que le ha marcado es la de la situación social de las personas más vulnerables. Es el caso de los inmigrantes que viven en los asentamientos y que usted ha visitado…

La realidad de los asentamientos es una ocasión importante para que los cristianos demos un testimonio de caridad fraterna. En el amor de unos a otros “conocerán que sois mis discípulos”, entonces ahí tenemos que mostrar nuestra identidad. La primera aproximación que la Iglesia tiene que hacer al tema es desde la perspectiva de su propia manera de ver a las personas, desde su propia antropología, desde la dignidad de cada persona, que es sujeto de derechos inalienable. Ahí está el compromiso de las parroquias. El pasado martes se reunieron los párrocos que tienen en sus territorios asentamientos con el nuevo delegado episcopal para la Promoción Humana y la Caridad, precisamente para reflexionar sobre esto. Al mismo tiempo, hay que tener un realismo grande ante el tema de la inmigración. Estamos en un Estado de Derecho, por tanto, unas situaciones ilegales no tienen cabida. Eso también es algo que, como ciudadanos, nos tiene que preocupar. A veces se utilizan determinadas situaciones dolorosas como guerras comerciales y nosotros también tenemos que ser sensibles a toda la realidad del sector de los frutos rojos en nuestra provincia, que a veces se le contamina con temas que tienen que ver con los asentamientos y que son realidades distintas.

Y ya con la vacuna, pero seguimos viviendo en medio de una emergencia sanitaria. ¿Qué situaciones le han impactado más? ¿Y cómo vislumbra el devenir del próximo curso?

Bueno, para nosotros en Huelva realmente este curso pastoral ha sido mucho más doloroso que el inicio de la pandemia en el curso pasado, porque hemos llegado en torno a las 400 víctimas mortales de la pandemia, cuando en el primer confinamiento la incidencia fue menor. Son situaciones muy dolorosas de muertes que se han vivido en el
seno de las familias que han sentido ese golpe tan tremendo. Eso impacta, así como las repercusiones sociales, familiares, económicas que la pandemia tiene, pero la vida puede más y es verdad que a veces lo vemos en los jóvenes -y en los adultos-, que reaccionamos como si no hubiera pasado nada… El empuje de la vida nos arrastra de alguna manera. Desde luego, hay que tener responsabilidad y prudencia, pero también ánimo de
que de esta saldremos y tenemos que recuperar nuestra vida cotidiana

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