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El post-congreso de Laicos, uno de los ejes del curso pastoral

Publicado:
30 septiembre, 2020

El grupo de participantes en el Congreso de Laicos que bajo el lema “Pueblo de Dios en salida” se celebró en Madrid el pasado febrero, se reunían con el obispo, D. Santiago, la tarde del pasado viernes, 25 de septiembre, en el Obispado. En este encuentro se presentaron las líneas de trabajo para este próximo curso en torno a la llamada “fase diocesana del post-congreso”.

Enmarcado en un proceso constituido por tres etapas: el trabajo de reflexión y síntesis en la diócesis a través de  primera etapa ya realizada en el ámbito diocesano por una representación de los distintos ámbitos de presencia seglar en nuestra Iglesia y que fue aportado a la Conferencia Episcopal para la elaboración del Instrumentum Laboris del Congreso;  la celebración del propio Congreso como segunda etapa y que supuso todo un acontecimiento eclesial y toda una motivación para la reactivación del laicado; y una tercera etapa, en la que nos encontramos actualmente, concebida como un camino que permita concretar lo reflexionado en una nueva fase diocesana y lo vivido en el Congreso.

Tras el camino recorrido, pueden identificarse algunas claves fundamentales que han de marcar el trabajo de esta fase post-congresual en nuestra diócesis, como es la centralidad de los cuatro itinerarios en todas nuestras acciones pastorales: Anunciar a Jesucristo, de palabra y de obra, es el fundamento de todas nuestras acciones y proyectos (Primer Anuncio); acompañar a los hombres y mujeres en su concreta realidad y ser acompañados en esta tarea por nuestras comunidades como modo de realizar el anuncio (Acompañamiento); identificarnos con Jesucristo a través de una formación integral y permanente constituye la clave para crecer como creyentes y ser fieles a nuestra vocación (Procesos Formativos); para contribuir a la realización del bien común y a la defensa de los más vulnerables y, al mismo tiempo, dar testimonio de nuestra fe en medio de nuestra sociedad como consecuencia natural de todo lo anterior (Presencia en la Vida Pública)

Por otro lado, la fuerza de la sinodalidad y la confianza en el discernimiento como ejes transversales de todas nuestras acciones, son dos notas que han guiado –y deben seguir haciéndolo– todos los trabajos de las etapas cubiertas y de la que ahora abordamos. La sinodalidad es un elemento constitutivo en la Iglesia porque forma parte de su misma naturaleza, ese “caminar juntos” sintiéndonos todos corresponsables y protagonistas de la reflexión sobre la vocación y misión de los fieles laicos en el contexto actual, como copartícipes de la construcción de la acción pastoral compartida de la Iglesia. Esto propone fortalecer las relaciones, exige contar con comunidades misioneras abiertas al territorio, invita a la conversión y lleva a la misión.

Junto a esto, se nos invita a un proceso de discernimiento. Discernir es misión de la Iglesia. El proceso del Congreso se sirve en todas sus fases del método de discernimiento. ”[Es] preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino –y aquí radica lo decisivo– elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo” (EG 51). El discernimiento no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común esclarecedor. Es también un don que hay que pedir al Espíritu Santo (EG 166). Además, para que este proceso de discernimiento pueda llevarse a cabo necesitamos la escucha fraterna y el diálogo.

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