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El Apostolado Seglar celebra su jornada en un Pentecostés diferente marcado por la pandemia

Publicado:
28 mayo, 2020

Este próximo domingo 31 de mayo se celebra el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar en todas las diócesis españolas bajo el lema: “Hacia un renovado Pentecostés”. Nuestra diócesis suele trasladar esta jornada en torno al último domingo del tiempo litúrgico, Jesucristo Rey del Universo, al coincidir la Solemnidad de Pentecostés con la popular romería del Rocío.
En su mensaje para esta ocasión, los obispos de la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida, destacan la llamada a vivir “un renovado Pentecostés” tras el Congreso Nacional de Laicos “Pueblo de Dios en Salida” celebrado el pasado mes de febrero. Una acción de toda la Iglesia española alentada por los laicos, los pastores y conducida por todo el Pueblo de Dios.
Además, los obispos señalan que los laicos están en un proceso de discernimiento sinodal, que tienen que seguir haciendo realidad siempre bajo la guía del Espíritu Santo. Una actitud que les permita captar cómo Dios está actuando en los acontecimientos, en las personas, en la historia. Una actitud que los sitúe como Iglesia en el momento actual para dar luz de esperanza en medio de una pandemia. “Caminaremos hacia este lado, si vivimos en comunión, evangelizamos desde el primer anuncio, acompañamos, formamos a los laicos y estamos presente en la vida pública”, concluyen.
En virtud del bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea solo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en una llamada dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «dis- cípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros» (Evangelii Gaudium, 120).
Sin duda, durante este año con la preparación y ahora el post del Congreso de Laicos hemos podido constatar que estamos viviendo una experiencia del Espíritu. El pueblo santo de Dios se llena de esperanza porque sabe que el Espíritu prepara los corazones, ilumina la conciencia, orienta las decisiones y acompaña en los caminos de la vida y de la historia. Por eso podemos decir con rigor que el Congreso Nacional de Laicos ha sido un kairós, un momento de gracia, de cuyo significado y alcance aún no somos plenamente conscientes.
Materiales de la jornada
Llamados a caminar en sinodalidad, espiritualidad y discernimiento
La Acción Católica y el Apostolado Seglar reconoce, como una gracia, la misión que la Iglesia les ha encomendado de salir al encuentro, de cuidar y acompañar procesos de fe que, entrelazados con la vida, generan esperanza, responsabilidad compartida y alegría, tarea esta que dinamiza y pone en acción la cualidad misionera de todo cristiano. Todas las personas bautizadas somos invitadas a no dejar de poner nuestros ojos en Jesucristo, «Aquel que inicia y culmina nuestra fe» y a ser arriesgados en los métodos, estructuras, formas de llegar y expresar la Buena Noticia, teniendo en cuenta la realidad cambiante y diversa que hoy vivimos.
La convicción de la acción de Dios, en su Espíritu, hace que todo el camino esté impregnado de su presencia. En este sentido, el laicado español, tras la experiencia del camino recorrido en torno al Congreso de Laicos celebrado el pasado febrero en Madrid, se reconoce viviendo un momento eclesial caracterizado por un renovado impulso misionero en nuestra Iglesia. Acogiendo con responsabilidad y entusiasmo una mayor conciencia de la importancia del laicado en la tarea evangelizadora, nos encontramos actualmente con un laicado más comprometido y consciente de la necesidad imperiosa de asumir el protagonismo al que estamos llamados, por el bautismo, a construir el Pueblo de Dios.
Centrando la mirada en el encuentro sincero y auténtico con Cristo, raíz de la vivencia cristiana, cada día los laicos son más conscientes de la llamada a ser minorías creativas, que sepan aprovechar las nuevas oportunidades y los nuevos espacios para anunciar a Jesucristo y el kerigma.
Los nuevos tiempos traen nuevas preguntas que están siendo incorporadas a la reflexión y praxis del laicado español, provocados por una nueva antropología y cultura y que se convierten en verdaderos retos, como es un papel más protagonista de la mujer en coherencia con su dignidad de bautizadas; situarse del lado de quienes sufren este sistema que oprime, descarta y mata, que abandona a muchas personas en las periferias existenciales; el cuidado de nuestro planeta como casa común y obra de Dios; la importancia de la cultura digital o la presencia activa de los jóvenes en la Iglesia.
Todos somos una misión
Este camino congresual y sinodal ha asentado, de forma definitiva, el discernimiento como método y a la vez objetivo que, desde la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar se proponen, fundado en la convicción de que Dios está actuando en la historia del mundo, en los acontecimientos de la vida, en las personas que las que convivimos y nos encontramos.
Solo gracias a ese encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero (Evangelii GAudium, 8).
Todos necesitamos concebir la totalidad de la vida como una misión, escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que nos da, en diálogo con el Espíritu Santo que, desde Pentecostés, auxilia a la Iglesia en esta búsqueda y en cada momento de la existencia del cristiano; descubriendo y orientando la propia misión; forjando en cada uno ese misterio personal que refleja a Jesucristo hoy en el mundo.
Con Cristo en el centro
A nivel personal, la fe se ha de hacer vida, pasando de la teoría a la experiencia, profundizando en las implicaciones que tiene para nuestra existencia y para la sociedad de la que formamos parte. «Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (Gaudete et exultate, 6). El mensaje ha de ser coherente con nuestra vida y fiel reflejo del Evangelio. Vivir en serio la llamada a la santidad es la vía eficaz para llevar a cabo nuestra misión. A ello pueden ayudar la revisión de vida y el proyecto personal de vida cristiana.
A nivel colectivo, nuestras comunidades de referencia han de ser forjadoras de fraternidad, potenciadoras de los distintos carismas que inspira el Espíritu, espacio desde donde discernir juntos y lugares abiertos al cambio. Lejos de aislarse en sí mismas, han de mostrar la belleza de la Iglesia universal. En ellas, la participación de los laicos en la toma de decisiones debe ser real y efectiva. Desde ellas, la apertura a otras realidades eclesiales para trabajar unidos y desarrollar acciones pastorales conjuntamente y fomentar la presencia en las estructuras sociales son caminos que hemos de recorrer.
Nuestra misión (nuestra vida) tiene que expresarse también en la dimensión eclesial, en la dimensión social y política de la fe. En lo eclesial porque nadie se salva solo y porque es la Iglesia, Pueblo de Dios, la que evangeliza. En lo social y lo político porque el amor que configura nuestra humanidad genera unas relaciones sociales, interpersonales y, en consecuencia, políticas, nuevas; unas relaciones de fraternidad que no se agotan en el pequeño círculo de mi familia o mi comunidad parroquial, o mi movimiento, sino que queremos que sean la trama sobre la que construir todas nuestras relaciones sociales.
Por ello, el reto que tenemos es mostrar con nuestra vida y nuestra palabra que Jesucristo es el fundamento de la justicia y que no puede haber justicia sin Él. Sin esa vida y sin esa palabra, no conseguiremos superar la dramática ruptura que nuestro modelo social y la cultura del individualismo egoísta ha provocado entre la razón y el amor.
“Impulsos y desafíos pastorales para el Pueblo de Dios en salida”   
El profesor Carlos Loriente García, del Instituto Teológico “San Ildefonso” de Toledo, ofrecía esta video conferencia a los equipos de las delegaciones de Apostolado Seglar de España, el pasado 9 de mayo, en una jornada preparatoria de la Solemnidad de Pentecostés.
Conferencia completa

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