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'Pueblo de Dios en Salida': Un camino sinodal que continua

Publicado:
11 marzo, 2020
«Bajo la guía del Espíritu Santo, hemos realizado un camino tejido de escucha y discernimiento comunitario que ha alcanzado una mayor intensidad este encuentro, promesa de una misión que tendrá su continuidad en nuestras Diócesis, movimientos y asociaciones»
(Palabras de la Comisión de Organización a la conclusión del Congreso)

El Congreso Nacional de Laicos, celebrado entre el 14 y el 16 de febrero en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo (Madrid), no ha constituido un evento de tres días ya pasados; es un proceso que se inició hace más de un año y medio, que nos ha conducido hasta este pasado fin de semana y que sigue abierto. En realidad, como suele ocurrir en la Iglesia cada vez que ocurre un acontecimiento de esta importancia, es ahora cuando se abre el momento en el que ha de calar lo que, en este camino de discernimiento de toda la Iglesia española, se ha ido advirtiendo como necesario para avanzar como “Pueblo de Dios en salida”. Es, por tanto, el momento de la permeabilidad de todo lo recibido en nuestra Iglesia local, en la Diócesis de Huelva.
Como dice Mons. Javier Salinas, presidente de la CEAS y obispo auxiliar de Valencia, este congreso, y toda la etapa anterior de preparación, “ha sido un ejercicio de corresponsabilidad de los laicos participantes en el camino, tanto en quienes han ejercido una misión más directa y quienes en sus parroquias han dedicado tiempo a preguntarse qué podemos hacer para vivir hoy como cristianos, superando la tentación de mirarnos a nosotros mismos o de dejarnos abatir ante las dificultades que nos rodean”.
Vocación, Comunión y Misión
El periodista José Luis Restán, el jefe de contenidos y director editorial de COPE, fue el encargado de pronunciar la ponencia inicial del congreso en la que, en un primer momento, habló del camino realizado en el contexto del Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española y en que ha conducido a este congreso cuyo objetivo era: “Impulsar la conversión pastoral y misionera del laicado en el Pueblo de Dios, como signo e instrumento del anuncio del Evangelio de la esperanza y de la alegría, para acompañar a los hombres y mujeres en sus anhelos y necesidades, en su camino hacia una vida más plena” (Instrumentum Laboris, 2). En este sentido, subrayó la experiencia de sinodalidad y discernimiento que ha supuesto este proceso.
En un segundo momento, el ponente realizó un breve recorrido histórico sobre el laicado, desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días, situación en la que, a pesar de sus límites y carencias, y seguramente con una disminución numérica que afecta a todas las realidades del cuerpo eclesial, existe hoy un laicado vivo y comprometido en tareas esenciales: Catequesis, clase de religión, Cáritas, liturgia, consejos de economía, formación para el matrimonio, y el amplio mundo de las hermandades y cofradías.
A continuación, Restán recordó las aportaciones recogidas en el Instrumentum Laboris a partir de las aportaciones de las diócesis y las asociaciones y movimientos apostólicos. Las luces, las dificultades y límites del momento que vive el laicado español y los retos y desafíos para un laicado en salida misionera.
Sin la vida cotidiana de los laicos cristianos en los diversos ambientes, investida por la gracia del Bautismo, alimentada por la Eucaristía y acompañada por la gran comunión eclesial, no habría posibilidad de llevar el anuncio de Cristo y la vida nueva que suscita a hombres y mujeres de cada época, especialmente los de la nuestra. Por eso, el ponente recordó que “uno de los principales reclamos de este congreso debe ser la toma de conciencia de la vocación laical, comunión y misión. Una vocación que no es “de segunda”, pero que implica necesariamente una pertenencia a la comunidad de la Iglesia. Una pertenencia que exige la vivencia de la dimensión comunitaria de la fe, desde la comunión y para la comunión, para ir transformando a las comunidades cristianas en más decididamente misionera.
Itinerarios para seguir caminando juntos
La elección de cuatro grandes temas o itinerarios para este congreso nace de esta mirada compartida en el proceso sinodal que nos ha llevado hasta su celebración. De este modo,  los congresistas participaron en estos itinerarios a través de una ponencia inicial y una serie de testimonios y grupos pequeños de reflexión en los que se invitaba a dar respuesta a tres preguntas fundamentales: ¿qué actitudes hemos de convertir; qué procesos hemos de activar; qué proyectos hemos de emprender… para caminar hacia un laicado en salida misionera?
El primer anuncio, porque la evangelización es la razón de ser de la Iglesia y siempre está en la raíz de su misión y vida, pero especialmente en este contexto de secularización y pluralismo, caracterizado por el desconocimiento y la indiferencia hacia la persona de Jesús.
El acompañamiento, expresión del ser comunitario de la Iglesia que se ocupa de los hermanos y a través del cual se nos revela el rostro de Cristo. Un acompañamiento que requiere comunidades de acogida, cercanas y con un trato personal que nos ayuden a integrar las diferentes dimensiones de nuestra vida en el seguimiento de Jesús. Una vocación que ha de desarrollarse allí donde estemos.
La formación es un elemento imprescindible para la vivencia de la fe y es también un cimiento necesario para el testimonio y el compromiso público. Una formación permanente e integral, orientada a cuidar la vocación y a capacitar para la misión. Procesos adecuados que tengan en cuenta los fundamentos de la fe, pero también sus implicaciones sociales y la situación cultural de nuestro mundo, para dar razones de nuestra esperanza.
Finalmente, la necesaria presencia en la vida pública, parte esencial de nuestra vocación bautismal. Recuperar la conciencia de esta dimensión social de la fe y promover que nuestras comunidades sean auténtica Iglesia en salida se hace apremiante, para de esta manera contribuir en la liberación de todas las esclavitudes y promover la dignidad de toda persona.
Hacia un Pentecostés renovado
La periodista Ana Medina, de la delegación de Medios de Comunicación de Málaga y presentadora del programa ‘Periferias’ de TRECE, junto al obispo auxiliar de Barcelona, Antoni Vadell, presentaban la ponencia final del Congreso.
La ponencia empezó con un breve recorrido por la historia del Pueblo de Dios. Se explicó que la Iglesia nace del misterio de Dios y camina en la historia como pueblo: “este pueblo estaba formado por hombres y mujeres, cristianos que venían del judaísmo y cristianos que venían del paganismo, apóstoles y maestros, profetas y diáconos, pastores y fieles. Es un pueblo en salida por expreso mandato de Jesús resucitado. La Iglesia es Iglesia en salida y, por eso, en toda época la misión renueva a la Iglesia. En esencia la misión consiste en dar vida. ¿Quiénes forman parte de este pueblo misionero y santo? Hombres y mujeres con diversidad de vocaciones, carismas y ministerios”.
Además, aseguraron que “los laicos somos una parte fundamental del pueblo de Dios. También los laicos somos discípulos misioneros de Jesús. No somos una cosa o la otra, sino discípulos misioneros, sin separaciones, sin divisiones, sin compartimentos estancos. Somos discípulos misioneros: con la mirada puesta en Jesús, conscientes de nuestra propia vocación y con una vida entregada a los demás”.
Afirmaron también que “en estos meses hemos vivido una experiencia de sinodalidad. Sinodalidad es caminar juntos. La Iglesia sinodal, gracias al Espíritu Santo, cultiva relaciones, pone en valor la vocación de cada fiel, favorece los carismas y el sentir con la Iglesia, se caracteriza por la comunión. El proceso sinodal que hemos vivido ha estado caracterizado por: la escucha, el discernimiento y la corresponsabilidad y la participación”.
“En este Congreso estamos sembrando las semillas necesarias para renovarnos y dinamizar el laicado en España; al mismo tiempo, estamos cosechando ya los primeros frutos de los cuales saldrán nuevas semillas de sinodalidad. Para recorrer este camino necesitamos estar abiertos a la conversión pastoral y misionera, comunitaria y personal. La conversión pastoral y misionera exige la implicación de todos, cada uno desde su propia vocación. Finalmente, la conversión exige humildad. Solo podemos ser humildes si reconocemos que nunca estamos totalmente convertidos”, dijeron.
También se ha hablado de reconocer el valor y la importancia de la cultura: “la cultura que vivimos trae nuevas preguntas. El Sínodo sobre los jóvenes habló sobre algunos desafíos antropológicos y culturales a los que estamos llamados a enfrentarnos en nuestro tiempo. Necesitamos tomar conciencia de estos cambios para poder responder a los nuevos retos del tiempo y de la historia”. Y que en esta cultura la Iglesia sinodal quiere ser sal y luz: “hace tres años, en las aportaciones de los jóvenes españoles para el Sínodo sobre los jóvenes, éstos  soñaban con una Iglesia misericordiosa, acogedora, cercana y abierta al mundo de hoy y, sobre todo una Iglesia fiel a Jesús y su Evangelio. Para ello es importante: salir hasta las periferias, diálogo y encuentro, vivir desde la oración y los sacramentos, apertura a quienes buscan, cultivar las semillas del Verbo, cercanía a los pobres y a quienes sufren, anunciar el Evangelio y estar a gusto con el pueblo”.
En el nombre del Señor, continuamos la tarea…
José Antonio, Vicente, Ascen, Merce, María, Paco, Isabel, Esther, Angélica, Manuel Jesús, Juanjo, Fran, Judit, Jaime, Héctor y Emilio (de izquierda a derecha y de arriba a abajo), son los nombres de los laicos enviados por nuestra diócesis a participar en el Congreso Nacional de Laicos. Ha sido todo un acontecimiento eclesial que ha convocado a más de dos mil laicos de todas las iglesias españolas y que pone en marcha un nuevo momento eclesial en nuestro país en el que los laicos son fuertemente llamados a ocupar un papel más activo y protagonista, junto con el clero y la vida consagrada, a caminar como Pueblo de Dios que sale “a patear la calle, colándose en todos los rincones” (Mensaje de Francisco a los participantes en el CNL). Sus nombres representan a esa diversidad de modos de estar en la Iglesia en la comunión de una misma fe y tarea, a todos los laicos de nuestra diócesis que en la familia, el ámbito laboral, en el voluntariado, la religiosidad popular, el compromiso político y social, la parroquia o los movimientos apostólicos ofrecen, cada día, su testimonio cristiano en medio del mundo.
Ahora llega el momento del post-congreso. La tercera etapa de este itinerario y sin la cuál nada de lo que se ha vivido antes tendría sentido: el tiempo de preparación, un intenso diálogo compartido por las 28 realidades eclesiales que en su reflexión entrevieron las sombras, las luces y los retos del laicado en nuestra diócesis; y el congreso, en la que se ha discernido sobre las actitudes y los procesos ha convertir para alcanzar un laicado más maduro, comprometido y misionero, y los proyectos que pueden llevarse a cabo para aterrizar las cuatro líneas de trabajo abiertas (el primer anuncio, el acompañamiento, los procesos formativos y la presencia en la vida pública).
Con fuerza ha sonado que los laicos no podemos seguir siendo “actores de reparto”, pero también corremos el peligro de asumir un protagonismo parcial en el que desconsideremos el papel necesario y complementario de otros laicos que no son “de los míos”. O podemos caer en el error de creernos los únicos protagonistas, prescindiendo de sacerdotes o religiosas. Somos Pueblo de Dios en salida, recorriendo un camino juntos en el que el verdadero protagonista es el Espíritu Santo que nos habla en nuestra sociedad y para servirle a ella. Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de fe (el sensus fidei) que nos ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios (EG 119). Esa es la tarea que nos corresponde a todos y para lo que nuestra Iglesia prepara ya un nuevo tiempo. Y para recoger lo vivido y comenzar a visionar este nuevo camino, nuestro Obispo convocaba  a los participantes del congreso a una reunión el domingo siguiente al congreso, 23 de febrero y un Consejo Pastoral Diocesano que se celebrará el 28 de marzo.
Así pues, cada uno, poniendo su nombre personal o colectivo, unámonos en este camino y tarea común; identifiquémonos como miembros de un mismo Cuerpo, complementarios, necesarios, inspiradores; y en el Nombre de Aquel que nos envía, sintámonos impulsados a este nuevo tiempo que Él mismo está preparando para nosotros.
Materiales
A continuacón, ofrecemos los siguientes materiales de consulta en la que se puede conocer el resultado de este proceso y donde se irán incluyendo nuevos documentos y herramientas para seguir desarrollando en nuestra diócesis las conclusiones del congreso:

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